El arte actual se caracteriza, en la mayor parte de ocasiones, por la multidisciplinariedad de los artistas, además de una unión cada vez mayor de su trabajo con las nuevas tecnologías. Dentro del panorama artístico español, y siguiendo nuestra serie de artistas españoles actuales, en esta ocasión nos referiremos a Sergio Prego, uno de los artistas cuya trayectoria internacional más ha crecido durante los últimos años.
Sergio Prego (San Sebastián, 1969), pasó su infancia en el País Vasco, cursando Bellas Artes en la Facultad de Bilbao. Posteriormente, llevó a cabo su especialización en Arteleku junto a Txomin Badiola, escuela clave en el inicio de su carrera y que ha dado alguno de los nombres más prometedores del arte actual nacional. Posteriormente trabajó en el estudio del italiano Vito Acconci hasta 2002, momento en que decide trasladarse a Nueva York, donde reside con la artista Itziar Orkariz. Su trabajo resulta interesante, puesto que se conforma como la justa mezcla entre fotografía, videoarte, escultura e instalación.
El trabajo de Prego posee una fuerte carga conceptual, ya que parte de la idea de una escultura, aunque a menudo use otros medios para realizarla. La primera disciplina por la que se interesó el artista fue la escultura, pero pronto rechazó cerrarse a ella como único soporte artístico, abriendo el concepto de escultura a los nuevos medios digitales disponibles. Prego presenta instantes sin gravedad aparentes, en los que el cuerpo adopta deformaciones y posturas imposibles. Su propio cuerpo le sirve como contenedor sobre el que trabajar, modificar y retorcer. Se trata de un juego inspirado en la escultura, en los efectos de la luz y las sombras más clásicos, unidos a los nuevos medios como el cine, la fotografía, la deformación o el juego de nuevos puntos de vista, que le sirven para conseguir trabajos siempre originales.
En una de sus obras más importantes, Bisectriz, se puede vislumbrar perfectamente la idea de la escultura con forma de vídeo que persigue el artista vasco. Su cuerpo, en una diagonal imposible, aparece boca abajo flotando a contraluz, creando una línea transversal que construye y rompe a su vez la composición del espacio. El uso de la luz y la sombra, la concepción del espacio, y cómo su propio cuerpo (el objeto) encaja en el mismo, son esos elementos escultóricos que él aplica a los nuevos medios digitales, creando un binomio realmente interesante.
En sus fotografías, su rostro en primer plano sigue siendo protagonista, pero en este caso el instante captado lo marcan los líquidos y la pintura que vuelan a su alrededor, creando formas y volúmenes inspiradores a su alrededor. Cascadas de color que chocan con su rostro o salen de él, son algunas de sus series más recordadas.
Su trabajo se divide entre Nueva York y San Sebastián, convirtiéndose en uno de los nombres imprescindibles del panorama artístico internacional. Ha conseguido exponer en numerosos lugares, siendo adoptado por galeristas de renombre como Soledad Lorenzo en Madrid, con la que organizó una exposición muy recordada en 2002. Estamos ante un artista que realiza escultura, pero no se considera escultor, que realiza fotografía pero no se considera fotógrafo, que realiza vídeo e instalaciones, pero no los toma como medios cerrados. Un artista multidisciplinar, que comprende el arte como una ventana en la que sus ideas son lo más importantes, siendo los soportes medios intercambiables con los que dar forma a una trayectoria llena de éxitos.
Vía| Do-cumenta
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